"La principal autocrítica es no
haber cumplido
con el sueño de Montoneros"
Roberto Cirilo Perdía comenzó
políticamente en la Democracia Cristiana, luego integró las Fuerzas Armada
Peronistas, que en 1970 confluyeron en la formación de Montoneros.
Roberto Cirilo Perdía es uno de los
pocos integrantes de la conducción de Montoneros que logró conservar su vida en
el intento por implantar el "socialismo nacional" mediante la acción
guerrillera. Fue un actor clave en una época —los 60 y 70— de rebeldía juvenil,
donde soplaban vientos revolucionarios y se hablaba del "hombre
nuevo", que en Argentina tras una década de violencia, terminó en
tragedia. Se estima que unos 5.000 militantes montoneros fueron muertos o
desaparecidos. Los líderes de aquella "juventud maravillosa", al
decir de Perón, que luego transmutaría por "imbéciles imberbes")
cargan con el estigma de haber mandado al sacrificio a miles de jóvenes por
"errores" políticos, ideológicos y estratégicos.
A los 61 años Perdía escribió un
extenso libro (casi 900 páginas) para dar cuenta de ello. "Lo escribí para
los que no conocen la historia o tienen una visión parcial o desvirtuada. La
cuento en primera persona para que sepan que la contamos nosotros", dice,
en plural, como si hablara en nombre de la organización de la que fue su número
dos.
Perdía presentó su libro en Rosario,
"Montoneros; el peronismo combatiente en primera persona", y
LaCapital habló con él.
¿Sigue reivindicando la experiencia
montonera?
—Absolutamente. Con todos los errores
que cometimos y con la principal autocrítica: no haber cumplido con aquel
sueño, con todas las vidas que costó... Haber luchado por la justicia, por una
mayor autonomía nacional, por un mundo más justo, es absolutamente
reivindicable..
—¿Era posible ese objetivo?
—Sí. No hay una respuesta única para
todos los momentos. Por ejemplo, Perón en el 45 no hablaba de socialismo
nacional, era otro el lenguaje comparado con el de 30 años después. Esto indica
un cambio, y lo que estábamos planteando respondía a ese espíritu de época, y a
lo que éramos: un emergente de una determinada realidad social y económica.
Aquella juventud que arañaba el cielo con las manos no sólo se manifestó acá:
lo hizo en Africa, en su lucha anticolonial; en China con Mao, el Mayo
Francés... La razón no sé cuál es, posiblemente éramos hijos de la guerra, de
una guerra que nos convocaba a matarnos unos a otros... Pero lo que sí es
cierto es que esa juventud creyó, pensó, imaginó que podía cambiar la realidad.
—Usted acepta los "errores"
que históricamente le hicieron a Montoneros: pasar a la clandestinidad,
enfrentar a Isabel... y que los llevó a la derrota.
—Yo recojo esos errores
absolutamente, pero también planteo el cambio en la política internacional que
se estaba dando...
—Que resume en la frase
"llegamos tarde a la cita con la historia"...
—Me refiero al proyecto imperial de
EEUU que había estado en una crisis muy profunda y de la estaba saliendo cuando
nosotros estábamos llegando a las escalinatas del poder... En el año 71, 72,
cuando Nixon separa el dólar del patrón oro logran recuperar terreno en el
ámbito mundial invadiendo con papelitos verdes, que hoy estamos pagando...
—¿No se plantearon dejar la lucha
armada por las grandes pérdidas humanas?
—El tema de replegarse en función de
abandonar la lucha no se planteó. Sobre este punto quiero agregar que habíamos
definido como tema principal la organización de los propios trabajadores:
transformar el movimiento de los trabajadores en la cabeza del movimiento
popular. Planteamos ese era el sector sobre el cual teníamos que jugar nuestra
suerte, y ese sector en ese período, 74, 75, 76, siguió peleando, aun cuando
los demás sectores estaban retrocediendo. Ese debate se dio en aquel momento,
fundamentalmente con Rodolfo Walsh.
—¿Su gran pecado fue el militarismo?
—Hubo esa manifestación de
militarismo, pero también es cierto que hubo un período en el cual habíamos
avanzado y penetrado por líneas interiores del Ejército. Por ejemplo, durante
la gestión (al frente del Ejército del general Jorge) Carcagno, en el 73,
hicimos: el Operativo Dorrego y para el 74 planeábamos participar, con armas en
la mano, de maniobran con el Ejército, como grupos milicianos. Buscábamos crear
condiciones que evitaran el golpe. Aquella conducción de Carcagno calificaba a
las empresas trasnacional como enemigas del pueblo y no así a los grupos
subversivos, como se nos llamaba entonces. Eso cambia con el desplazamiento de
Carcagno, a fines del 73, y toma la conducción el general Anaya.
—Por decisión de Perón. ¿Qué
pensaron?
—Que cometió un grave error.
—¿Y cuando los llamó
"imberbes" en Plaza de Mayo?
—Sentimos que algo muy profundo se
estaba quebrando en el movimiento popular. Que aquello que había contribuido a
constituir una fuerza ascendente comenzaba a ser destruido.
—Perón les había declarado la
guerra...
—Los hechos posteriores fueron en esa
dirección.
—Siempre se dijo que
"jugaron" para el golpe...
—Esa opinión olvida algunos datos
históricos. Estamos a principio de los 70, cuando el imperio (EEUU) empieza a
recuperar el espacio que había perdido. El golpe contra Allende en Chile fue
poco después del triunfo peronista en Argentina, que es cuando el imperio
decide actuar ante el riesgo de perder su posición hegemónica en el cono sur.
Dieron el golpe porque no tenían otras formas políticas de controlar el ascenso
y las luchas de masa que se estaba produciendo. No alcanzaban ni el aparato
burocrático de los sindicatos tradicionales ni el poder de la camiseta
peronista en el gobierno, que, por ejemplo, en el 75 es incapaz de contener
las huelgas que estallan en Villa Constitución. Ese es el momento cuando desde
el sistema de poder nacional e internacional perciben que no hay forma de
controlar la situación. No es casual que Alfredo Martínez de Hoz haya sido el
presidente de Acíndar y el general López Aufranc su número dos: ellos y los
intereses que expresaban tienen mucho más que ver con el golpe que las acciones
guerrilleras.
—¿Eran conscientes de que muchísimos
militantes eran adolescentes?
—Alejandro Magno dio sus mejores
batallas cuando tenía 18 años... En ciertos períodos la juventud no tiene el
rol que aparece en otros momentos.
—Siente responsabilidad por las miles
de víctimas?
—Toda lucha demanda valor y
sacrificio... y sí, la responsabilidad uno la siente. Pero también siente que
aquella tragedia la estamos viviendo hoy, y de esa no se habla: hay tantos
jóvenes muertos, asesinados como en aquella época; hoy mueren en enfrentamientos
entre ellos producto del paco, la droga o lo que fuere. Sobre todo en las
periferias de las grandes ciudades. Son los que no tienen lugar en el futuro de
esta sociedad. Estos jóvenes son tan jóvenes como fuimos nosotros y están
entregando sus vidas para que el sistema siga funcionando.
—A los jefes montoneros se los acusa
de haber mandado cuadros desde el exterior a inmolarse durante la
contraofensiva del 79.
—Desde el 76 al 83, 10 de los 13
compañeros con cargos de conducción en Montoneros están muertos o
desaparecidos. Casi el 70 por ciento. Por suerte no es ese el porcentaje del
conjunto de la militancia. Esto indica que aquello de que mandaron a los chicos
a la muerte mientras ellos se daban la vida fácil no tiene correlato histórico.
Después del Mundial evaluamos que la dictadura empezaba a retroceder y que el
pueblo recuperaba terreno. En el 79 se da la primera huelga nacional... Había
una contraofensiva popular a la que acompañamos, con algunos errores
organizativos, que los señalo en el libro, y que aceleró los tiempos de la
dictadura. Si no, cómo se explica que tamaña dictadura haya durado menos que la
uruguaya, la chilena...
—Y la guerra de Malvinas...
—Malvinas aceleró los tiempos. El 30
de marzo del 82, 48 horas antes, hubo decenas de miles de compañeros en la
calle. Negar la contraofensiva y la resistencia de los pueblos como forma de
terminar con la dictadura es olvidarse de nuestra historia. A muchos les
conviene olvidar porque miraban desde afuera lo que pasaba, cuando no eran
cómplices.
—¿A quiénes se refiere?
—Partidos políticos, grandes medios
de prensa, el poder económico..., recién se acordaron de lo que ocurría en el
país, de los derechos humanos, cuando la dictadura agonizaba.
—A Montoneros también se los acusa de
haber negociado con Massera.
—La famosa negociación con Massera
estaba en la mesa de tortura. Los militares de un lado y nuestros compañeros
del otro. Esa fue la relación con Massera. Lo denunciamos en su momento pero
nadie publicó una palabra, pero dedicaron largas páginas a la relación de
Montoneros con Massera. Mentiras circulan como verdades para defender los
intereses de aquella clase periodística, económica, de aquel poder sindical que
estaba comprometido con esos intereses.
—¿Que les dice a quienes caracterizan
al gobierno kirchnerista de montonero?
—Que no es así, y lo explico en el
libro. Nuestra política apuntaba a algo distinto: independencia, autonomía,
mayor justicia. Pongo como ejemplos las políticas extractivistas que tienen que
ver con la entrega de los recursos naturales, lo que está pasando con la
política agropecuaria, donde estamos entregando las capacidades productivas
argentinas y el agua de nuestro territorio para el cultivo de soja para
alimentar a los chanchos chinos. Eso no es un modelo de soberanía nacional.
Prensa del Mo-Na-Fe