lunes, 31 de marzo de 2014

FERROVIARIOS: De la resistencia a la recuperación

ANIVERSARIO DE LA HISTORICA HUELGA FERROVIARIA DE 1991 

En un acto convocado por Nuevo Encuentro-Unidos y Organizados, los protagonistas de la histórica lucha sindical que enfrentó al neoliberalismo se mostraron a favor de las iniciativas oficiales para reponerlos como medio de transporte y fuente de trabajo.

Los 23 años de la huelga ferroviaria fueron la excusa para juntarse. Los protagonistas de aquella histórica lucha contra la liquidación menemista de los trenes se pronunciaron a favor de los planes oficiales para restaurarlos como medio de transporte y fuente de trabajo. Y lo hicieron en un acto – convocado por Nuevo Encuentro - Unidos y Organizados en el ex Mercadito de Flores (hoy una cooperativa) bajo el lema “De la resistencia a la recuperación”– en el que también expresaron algunas críticas a la orientación de la actual política en la materia y coincidieron en repudiar a la burocracia sindical ferroviaria. Los dirigentes de aquella huelga estuvieron acompañados por Roberto Pianelli, secretario general de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro, y Gabriela Cerruti, legisladora porteña por Nuevo Encuentro.

Juan Vitale, ex huelguista, hoy es miembro del Centro de Estudios Ferroviarios y uno de los fundadores de Fraternales por la Recuperación. “Recuperar los trenes es una asignatura pendiente, porque los que bancamos el proceso iniciado en 2003 decimos que nos ponemos a disposición para lo que haga falta, pero también decimos que se perdieron ocho años y ahora estamos en una carrera contrarreloj. Queremos sumarnos a esa carrera, queremos un ferrocarril federal, estatal, que no compita con el transporte automotor”, dijo en su discurso. Luego recordó que “esa huelga no fue espontánea, ni empezó de casualidad; nuestra resistencia empezó mucho antes, pero a partir de 1989 luchamos contra la privatización. Esa huelga de 1991 fueron 45 días históricos contra los planes del menemismo, con la reforma del Estado, la emergencia económica y luego el decreto que abrió el camino a la privatización”. El veterano dirigente explicó que lo hicieron “siguiendo una tradición democrática del gremio, que no tiene comparación, que no tiene nada que ver con la burocracia enquistada hoy en la dirección de La Fraternidad, que fue cómplice del desguace y hoy pone continuos palos en la rueda a esta nueva gesta de transformación de la que nos sentimos parte; de la manera que el Gobierno decida que lo hagamos, queremos ser parte, pero a la burocracia la vamos a combatir”.

A su turno, Pianelli destacó los paradigmas culturales de los luchadores ferroviarios, que lo “marcaron a fuego, ese orgullo de ser ferroviario jamás lo volví a ver”. A su criterio, la huelga de 1991 no fue sólo por salario o por condiciones laborales, fue “por el patrimonio y contra la entrega del ferrocarril”, y ambas cosas fueron “arrebatadas por el menemismo de la conciencia de los trabajadores”. Según dijo, ante el público que el viernes pasado acudió al viejo Mercadito, “en estos diez años recuperamos muchos paradigmas culturales, en los derechos humanos, en la solidaridad de ‘la patria es el otro’, pero aún falta recuperar el sentido de clase expresado en las huelgas de resistencia a las privatizaciones”. Y trazó un lazo de unidad entre las burocracias del ferrocarril, de la UTA y de los portuarios. “Recién ahora, después de la barbarie de Once, empezamos a tener una política que encabeza el Flaco (ministro Florencio) Randazzo, con todas las contradicciones y con la burocracia aún enquistada en los sindicatos, que no colabora en lo más mínimo para generar esa memoria histórica porque, precisamente, son los responsables de haberla quebrado”, dijo el sindicalista del subte. Y citó a Rodolfo Walsh al decir que “siempre el enemigo de clase intenta que perdamos la memoria para que tengamos que volver a empezar”.

Luego tuvo la palabra Daniel Rilo, dirigente de Nuevo Encuentro, quien al recordar el fracaso de la huelga (en 1992) que marcó el inicio del cierre de ramales citó a John William Cooke, en “Apuntes para la Militancia” de 1964: “Hay miles y miles de hombres que sólo conocieron la derrota, pero lo que no conocieron fue el deshonor”. Tras marcar que luego de la época en que Carlos Menem dispuso “ramal que para, ramal que cierra”, dijo que “ahora los ramales están recuperándose por mayor inversión del Estado nacional”. Y se pronunció contra el procesamiento “de dos compañeros de ATE por luchar por su salario. No vamos a permitir la criminalización de la protesta social”.

Para Ramón Duarte, del Movimiento Nacional Ferroviario, los presentes acudieron por “la bandera de la recuperación integral de los ferrocarriles”, y mencionó la campaña que lanzaron hace algunos años, “ramal que lucha, ramal que vuelve”. Dijo Duarte: “Tuvimos diez años muy malos con (Ricardo) Jaime y (Juan Pablo) Schiavi, y hoy viene Randazzo; estamos a favor de la recuperación nacional del tren, valoramos su empeño en enfrentar este triángulo de corrupción ferroviario, que nació en los ’90. Somos una continuidad histórica de lo que planteaban los compañeros en aquel momento de la huelga de 1991. Sepan disculpar si somos muy francos o muy críticos, pero nosotros padecemos todos los días a (Omar) Maturano (del sindicato de maquinistas La Fraternidad), a Schiavi, a (José) Pedraza” (ex líder de la Unión Ferroviaria).

Leonardo Sechi, de la seccional Tolosa de La Fraternidad durante la huelga de 1991, dijo que fue un acto para recordar a los compañeros que la hicieron posible, “los de base, que salían cada mañana con la urna a juntar guita, los que aguantaban en el piquete de convencimiento al carnero”. Y agregó: “Muchos compañeros se tomaron el tren y no volvieron, porque es cierto que perdimos la huelga (al año siguiente), pero no nos vencieron, y por eso estamos acá, en esto que no es sólo un homenaje, es un acto de lucha”.

Sechi convocó para que hablara a Luis Peralta, del ferrocarril Mitre y miembro de la mesa de enlace durante la huelga del ’91. “Somos una camada de luchadores que venimos peleando desde la dictadura, y el ferrocarril era nuestro lugar de organización, independientemente de la militancia de cada uno”, dijo. “Estos tipos venían a descabezar toda organización de los trabajadores, y todos perdimos el laburo, pero seguimos sin claudicar”, agregó. “El ánimo de este Gobierno es volver a aquella estructura ferroviaria, pero están dejando de lado a aquellos nichos de honestidad, a aquellos que llevábamos trenes de agua donde no había agua, más que alianzas estratégicas con tipos como Maturano, con los que realmente quieren que el ferrocarril vuelva a ser un servicio esencial”, afirmó el dirigente. Sechi aclaró que la suya no es una crítica porque “pasaron 20 años sin que nadie hiciera nada”, pero expresó que “aunque hay una voluntad, todavía falta que confíen en quienes no vemos esto como un negocio”.


La huelga ferroviaria de 1991 fue el último gran paro en defensa de los trenes. La anterior de 1961 había sido contra el plan Larkin, primer intento de desguace del sistema de transporte ferroviario, por mandato del Banco Mundial. La medida de fuerza se extendió desde el 13 de febrero hasta el 28 de marzo del ’91, y había sido protagonizada por las bases que decidían en asambleas. Precisamente por decisión del plenario en Santos Lugares, levantaron la medida al aceptar la propuesta del gobierno que reconocía a los delegados y reincorporaba a los despedidos. La huelga se levantó formalmente en Plaza de Mayo, donde estaban los ferroviarios en huelga de hambre y las Madres de Plaza de Mayo, en su tradicional ronda de los jueves. Además lograron entre un 70 y un 100 por ciento de aumento salarial. Sin embargo, un año después, en la huelga de 38 días, la burocracia se había recompuesto y el gobierno apostó fuerte a la campaña mediática sobre un “ferrocarril deficitario” y al famoso “ramal que para, ramal que cierra”, lo que finalmente dejó de ser slogan cuando Menem lo concretó. Esa derrota de los trabajadores dejó a 85 mil de ellos sin trabajo, además de liquidar economías regionales y aislar a muchos pueblos y ciudades del interior, al reducir los kilómetros de vías de 35 mil a apenas 8 mil.

Pagina 12



domingo, 30 de marzo de 2014

LA UNION FERROVIARIA NO APOYARÍA EL PARO DEL 10 DE ABRIL

"No apoyamos el paro porque tenemos que acompañar el esfuerzo del gobierno nacional en materia ferroviaria"


Los trabajadores de la Unión Ferroviaria deben "acompañar el esfuerzo que está haciendo el gobierno nacional" en el área y por eso no apoyarán el paro convocado por Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, según adelantó el secretario de prensa del gremio, Mario Rodríguez.
"Estamos viviendo una revolución ferroviaria y los trabajadores ferroviarios tenemos que acompañar el esfuerzo del gobierno nacional encabezado por el compañero ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo", manifestó Rodríguez.

"El lunes pondremos a consideración del plenario el rechazo al paro, pero ya lo comprobamos en las distintas asambleas realizadas en los últimos tiempos. Compartimos algunos de los reclamos planteados por las centrales obreras y asi lo hemos manifestado en distintos documentos, pero no acordamos con este paro".

En el plenario del próximo lunes, informó Rodríguez, participarán "alrededor de 330 compañeros de todo el país y es allí donde pondremos a consideración la propuesta del secretariado general de no adherir a la medida anunciada por compañeros de otras centrales sindicales para el próximo 10 de abril".

El plenario comenzará el lunes a las 14 en la sede de la Unión Ferroviaria, ubicada en Independencia 2880 de esta Capital, y según anunció Rodríguez, también darán a conocer "un informe en el marco del último acuerdo salarial".


"Será un espacio de trabajo y de debate con compañeros de todo el país", concluyó el secretario de prensa de la Unión Ferroviaria.

Telam

martes, 18 de marzo de 2014

Una escenografía armada para la tragedia

Por Diego Cabot | LA NACION 

La escenografía estaba armada, sólo faltaba el drama. Y en aquel fatídico febrero de 2012, la tragedia llegó. Tuvieron la paciencia de un lutier para preparar cada detalle que garantice el desenlace. Dos presidentes, Néstor y Cristina Kirchner; un ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, y dos secretarios de Transporte, Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi, fueron los principales responsables de montar un sistema ferroviario calamitoso, millonario y oscuro que eclosionó en aquel recordado andén de la estación Once.

Por entonces, y después de casi 10 años de gestión, gran parte de los trenes -en especial el Mitre y el Sarmiento- se arrastraban como zombis de acero por las vías. Eso sí, con miles de pasajeros que subían mansos a esperar lo que el destino les escribiera para ese día. Pocos pagaban el boleto. A las concesionarias no les interesaba cobrar el pasaje ya que era -y es- más importante un buen lobby con el regulador que una boletería. En ese momento, 9 de cada 10 pesos de los ingresos de la concesionaria los aportaba el Estado.

Pocos días antes del choque en Once los concesionarios ferroviarios y algunas sociedades estatales manejadas por amigos o sindicalistas habían cobrado, como todos los meses desde 2002, su millonario cheque de subsidios. En enero de 2012, según datos oficiales, se destinaron $ 291 millones para que los trenes vayan y vuelvan. Trenes de Buenos Aires, la empresa concesionaria del ramal Sarmiento y Mitre, y que era propiedad del grupo Cirigliano, recibió entonces $ 76,9 millones para funcionar. Nada de ese dinero iba a obras; todo lo absorbían los gastos operativos.

¿Pudo sorprender al Gobierno aquella dolorosa mañana? No. El kirchnerismo tomó la decisión de no avanzar jamás en la adecuación de los contratos de concesión que se despedazaron con la caída de la convertibilidad. Jamás escuchó a nadie respecto de la necesidad de mejorar un sistema que transportaba alrededor de 420 millones de pasajeros por año. Sin contratos no hubo tarifas. Y menos aún control. La Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) estaba -aún se mantiene- intervenida, y de ser un organismo de contralor se convirtió en una dependencia del Ministerio de Planificación.

Más allá de los anuncios, hasta ese verano de 2012, el Gobierno jamás avanzó en un plan de mejora de infraestructura. El 28 de diciembre de 2005, Kirchner firmó el decreto 1683, que se tituló Programa de Obras, Trabajos Indispensables y Adquisición de Bienes Ferroviarios. Concesionarios y funcionarios se frotaban las manos cuando salió la norma. Sucede que en virtud de la emergencia, la herramienta les daba la posibilidad a los concesionarios de contratar empresas para hacer los trabajos sin licitación. El Estado autorizaba y pagaba. Verdadera música para los oídos de los funcionarios, de los concesionarios y de las empresas constructoras. Se autorizaron obras como la renovación de vías o la señalización del Sarmiento. Ambas se licitaron, pero nunca se terminaron. Tampoco avanzó el soterramiento del Sarmiento y menos aún los coches de doble piso a los que la Presidenta se subió para elogiar a los hermanos Cirigliano, amigos, fabricantes de trenes y concesionarios.

Aun con la parcialidad y complicidad que mostraba, la CNRT informó a Schiavi que la infraestructura, el material rodante, el sistema de señalización y telecomunicaciones y el tendido de la red eléctrica mostraban serios problemas de mantenimiento. "Se observa un pronunciado déficit de mantenimiento, encontrándose fallas preocupantes desde el punto de vista de la seguridad, por su gravedad y repetición", se puede leer en el documento identificado como "Nota CNRT 445/2011", fechado el 21 de marzo de 2011. Ese mismo día llegó al despacho de Schiavi. Nadie hizo nada.



Con acciones traducidas en millones en subsidios y con omisiones materializadas en falta de gestión, control y planificación, se armó el escenario para la tragedia. Dos presidentes, un ministro y dos secretarios de Transporte fueron los responsables de trazar la política ferroviaria desde mayo de 2003 hasta febrero de 2012. Jaime y Schiavi tendrán que explicar varias cosas en el juicio. Nadie se acordó del jefe de ambos, Julio De Vido. Corolario triste para un desmanejo que truncó la vida de 51 personas..    

martes, 4 de marzo de 2014

A 28 años de la mayor obra de infraestructura ferroviaria

Hace 28 años se lanzaba al servicio público una de las mayores obras en infraestructura y tracción de nuestros ferrocarriles.


El 9 de noviembre de 1985 no fue un día cualquiera. O al menos así lo vivieron los habitantes del sur del Gran Buenos Aires que cada jornada, con silenciosa resignación, debían treparse a los ajetreados trenes de la línea Roca para trasladarse a sus diversas ocupaciones en Capital Federal y sus alrededores. Desde un par de décadas antes, producto de un crecimiento demográfico sin precedentes –y otros motivos de índole político-administrativas- la sección local del Roca se encontraba literalmente colapsada. Pero aquel día, y luego de cuatro años de intensos trabajos –y no pocas incomodidades para los ya maltratados pasajeros- el sueño se hacía realidad: a las 3.35 de la mañana, en el andén 2 de Plaza Constitución, el guarda hacía sonar enérgico su silbato y enseguida, tras cerrar las puertas automáticas (toda una novedad en el Roca), “el eléctrico” iniciaba su marcha con destino a Glew dando inicio a una etapa planificada a mediados del siglo XX pero concretada recién a principios de los años 80. Algunos minutos después (exactamente a la 3.52), otra formación partía con rumbo a Ezeiza inaugurando el servicio regular sobre el otro ramal de la primera etapa de concreción de una obra que prometía llegar a La Plata en poco tiempo más.

Huelga decir el cambio radical que aquel flamante servicio significó para la región. Los modernos trenes de origen japonés ofrecían un confort desconocido por aquellos años en nuestros ferrocarriles, y por ello no es extraño que fuera motivo de admiración. Admiración que se repetía en los comentarios de andén respecto a su aceleración y velocidad, que le permitían cumplir el recorrido a Glew en 40 minutos y a Ezeiza en 6 minutos más.

Los trabajos no fueron pocos, e incluyeron renovación de vías, colocación de columnas y catenarias, construcción de la usina eléctrica y talleres de alistamiento de formaciones en Llavallol como así también elevación de andenes y la remodelación completa de algunas estaciones.

Como todos sabemos, la electrificación a La Plata nunca se concretó, y recién en 2007 se avanzó en una segunda etapa electrificándose la vía descendente entre Glew y Alejandro Korn, demorándose el inicio de las obras de electrificación de la vía ascendente hasta el pasado mes de Octubre.

Pese a su indiscutible –y sobradamente demostrada- confiabilidad, el material rodante ha comenzado a mostrar el cansancio su más de cuarto de siglo en la vía, acentuado por el maltrato recibido durante la era ”Metropolitano” cuando fueron, además, sistemáticamente vandalizados (¿Alguien recuerda las persianas parasol?). Sin embargo, y excepto algunos casos puntuales, casi todo el parque sigue transportando cada día a su ocupaciones a varios de miles de pasajeros que 28 años atrás, siendo niños, miraban con asombro y admiración ese tren cuadrado y blanco que casi sin hacer ruido apuraba la llegada del siglo XXI y otorgaba un nuevo sentido a la palabra comodidad 

(Fuente: Blog Est. Km29).