martes, 18 de marzo de 2014

Una escenografía armada para la tragedia

Por Diego Cabot | LA NACION 

La escenografía estaba armada, sólo faltaba el drama. Y en aquel fatídico febrero de 2012, la tragedia llegó. Tuvieron la paciencia de un lutier para preparar cada detalle que garantice el desenlace. Dos presidentes, Néstor y Cristina Kirchner; un ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, y dos secretarios de Transporte, Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi, fueron los principales responsables de montar un sistema ferroviario calamitoso, millonario y oscuro que eclosionó en aquel recordado andén de la estación Once.

Por entonces, y después de casi 10 años de gestión, gran parte de los trenes -en especial el Mitre y el Sarmiento- se arrastraban como zombis de acero por las vías. Eso sí, con miles de pasajeros que subían mansos a esperar lo que el destino les escribiera para ese día. Pocos pagaban el boleto. A las concesionarias no les interesaba cobrar el pasaje ya que era -y es- más importante un buen lobby con el regulador que una boletería. En ese momento, 9 de cada 10 pesos de los ingresos de la concesionaria los aportaba el Estado.

Pocos días antes del choque en Once los concesionarios ferroviarios y algunas sociedades estatales manejadas por amigos o sindicalistas habían cobrado, como todos los meses desde 2002, su millonario cheque de subsidios. En enero de 2012, según datos oficiales, se destinaron $ 291 millones para que los trenes vayan y vuelvan. Trenes de Buenos Aires, la empresa concesionaria del ramal Sarmiento y Mitre, y que era propiedad del grupo Cirigliano, recibió entonces $ 76,9 millones para funcionar. Nada de ese dinero iba a obras; todo lo absorbían los gastos operativos.

¿Pudo sorprender al Gobierno aquella dolorosa mañana? No. El kirchnerismo tomó la decisión de no avanzar jamás en la adecuación de los contratos de concesión que se despedazaron con la caída de la convertibilidad. Jamás escuchó a nadie respecto de la necesidad de mejorar un sistema que transportaba alrededor de 420 millones de pasajeros por año. Sin contratos no hubo tarifas. Y menos aún control. La Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) estaba -aún se mantiene- intervenida, y de ser un organismo de contralor se convirtió en una dependencia del Ministerio de Planificación.

Más allá de los anuncios, hasta ese verano de 2012, el Gobierno jamás avanzó en un plan de mejora de infraestructura. El 28 de diciembre de 2005, Kirchner firmó el decreto 1683, que se tituló Programa de Obras, Trabajos Indispensables y Adquisición de Bienes Ferroviarios. Concesionarios y funcionarios se frotaban las manos cuando salió la norma. Sucede que en virtud de la emergencia, la herramienta les daba la posibilidad a los concesionarios de contratar empresas para hacer los trabajos sin licitación. El Estado autorizaba y pagaba. Verdadera música para los oídos de los funcionarios, de los concesionarios y de las empresas constructoras. Se autorizaron obras como la renovación de vías o la señalización del Sarmiento. Ambas se licitaron, pero nunca se terminaron. Tampoco avanzó el soterramiento del Sarmiento y menos aún los coches de doble piso a los que la Presidenta se subió para elogiar a los hermanos Cirigliano, amigos, fabricantes de trenes y concesionarios.

Aun con la parcialidad y complicidad que mostraba, la CNRT informó a Schiavi que la infraestructura, el material rodante, el sistema de señalización y telecomunicaciones y el tendido de la red eléctrica mostraban serios problemas de mantenimiento. "Se observa un pronunciado déficit de mantenimiento, encontrándose fallas preocupantes desde el punto de vista de la seguridad, por su gravedad y repetición", se puede leer en el documento identificado como "Nota CNRT 445/2011", fechado el 21 de marzo de 2011. Ese mismo día llegó al despacho de Schiavi. Nadie hizo nada.



Con acciones traducidas en millones en subsidios y con omisiones materializadas en falta de gestión, control y planificación, se armó el escenario para la tragedia. Dos presidentes, un ministro y dos secretarios de Transporte fueron los responsables de trazar la política ferroviaria desde mayo de 2003 hasta febrero de 2012. Jaime y Schiavi tendrán que explicar varias cosas en el juicio. Nadie se acordó del jefe de ambos, Julio De Vido. Corolario triste para un desmanejo que truncó la vida de 51 personas..    

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