Protagonizaron una huelga de 45 días
en 1991. Y terminaron despedidos. Ahora se están volviendo a juntar. Festejan
la estatización del Sarmiento (“lo que se está haciendo es muy parecido a lo
que queríamos”) y se ofrecen al Gobierno para asesorarlo en materia
ferroviaria.
Juan Román Riquelme suele decir que
la cancha de Boca es “el patio” de su casa. Con el mismo, o con mayor derecho
todavía, los conductores ferroviarios Alfredo Piccone, Juan Vitale y Fabián
Piccini se pasearon, acompañados por Página/12, por los andenes del Ferrocarril
Mitre, en Retiro, un territorio que sienten suyo por derecho propio. El mismo
sentimiento los une con cada máquina diésel, con cada tren eléctrico, con cada
kilómetro de vía recorrido a lo largo de décadas de ser “fraternales y
ferroviarios” dirigentes de base de La Fraternidad y de haber luchado, a lo
largo de 45 días de huelga, en el año 1991, contra las privatizaciones
impuestas por el gobierno de Carlos Menem. “Desde ese momento se produjo la
degradación de una asociación gremial, porque su conducción entregó el
conflicto y permitió la reducción del personal, el cierre de ramales y la
entrega de algo que era y es patrimonio de todos los argentinos.” Entre 1991 y
1994 se perdieron cerca de cuatro mil puestos de trabajo y “al mismo tiempo, se
perdió la mística que nos caracterizaba”.
Los conductores –aunque fueron
despedidos después de la huelga del ’91 no se los puede considerar “ex”– están
“muy preocupados” por los reiterados accidentes en la línea Sarmiento y afirman
que en sus tiempos “se hacía un curso para ingresar que duraba seis meses o
más” porque “un conductor tenía que tener conocimiento pleno de cada uno de los
500 artículos que tiene el Reglamento Técnico-Operativo (Rito); y si no lo
hacías, no podías estar al frente de un tren”. En las máquinas diésel estaba el
conductor y el ayudante. “Hay compañeros que, por no haber rendido bien alguna
materia, nunca pudieron ser conductores plenos y se tuvieron que jubilar como
ayudantes.”
Al hacer un repaso de los golpes
sufridos por la red ferroviaria a lo largo de la historia, aseguran que “el
peor de todos fue el de Menem”, aunque también hubo huelgas históricas contra
medidas de otros gobiernos, en democracia y en dictadura. Ahora ofrecen a las
autoridades gubernamentales “nuestro apoyo, nuestro aporte, nuestra
experiencia, junto con otros compañeros, ex maquinistas y actuales conductores
con los que nos estamos reuniendo para trabajar en conjunto, porque creemos que
lo que está haciendo el actual gobierno se acerca en muchas cosas a lo que
nosotros queríamos cuando hicimos la huelga de 45 días en contra de la
privatización”.
Piccone recuerda que luego del mes y
medio de paro en 1991, se hizo una huelga de hambre en la Plaza de Mayo. La
Fraternidad, creada en 1887 como una Sociedad de Ayuda Mutua entre Maquinistas
y Fogoneros de Locomotoras, tiene un estatuto cuyo artículo tercero “prohíbe”
cualquier tipo de marginación de afiliados por su condición política. Siempre
hubo anarquistas, comunistas, trotskistas, peronistas y radicales luchando a la
par, más allá de las diferencias ideológicas. “Nos unía y nos une hoy, todavía,
la acción sindical”, enfatizan.
En los paros y movilizaciones contra
las privatizaciones, que habían tenido antecedentes en diciembre de 1989 y en
abril de 1990, “la resolución que llevó a la huelga de 45 días fue tomada por
las 60 seccionales de La Fraternidad, sin el apoyo real de la conducción del
gremio” que dio un aval formal porque le era imposible frenar la decisión de
las bases. Sí contaron con la participación de sectores de la Unión Ferroviaria
y del gremio que agrupa a los señaleros. De esa conducción cuestionada, siguen
en La Fraternidad Antonio Luna y José Villafañe. Además, Juan Vitale dijo que
en 1992, el actual secretario de Prensa del gremio, Horacio Caminos, “fue
expulsado en una asamblea por su actuación durante la huelga contra la privatización”.
Aunque al final del paro se había
alcanzado un acuerdo para volver atrás con los despidos, con el correr de los
años, entre 1991 y 1994, se produjeron “cesantías, retiros voluntarios y
forzados” que redujeron casi a la mitad el total de los 9200 conductores
activos que tenía La Fraternidad. Aunque oficialmente se dijo que fueron 2400
los trabajadores que quedaron en la calle, “los datos reunidos nos indicaron
que perdimos casi el 50 por ciento de los compañeros”, precisó Juan Vitale, que
fue presidente de la seccional Retiro (Ferrocarril Mitre) de La Fraternidad.
Piccone, presidente de la seccional
Victoria de L. F., tuvo que mudarse con su familia a Mendoza, porque a su casa
la prendieron fuego. Durante la guerra por las Malvinas, los trabajadores de
esa seccional le cambiaron el nombre (Victoria, por la reina Victoria del Reino
Unido) y la rebautizaron Latinoamérica, aunque la estación ferroviaria del
ramal del Mitre mantiene todavía la misma denominación. “La conducción de La
Fraternidad, en esos años, era duhaldista y trabajaba en forma coordinada con
la mesa Menem presidente que lideraba Luis Barrionuevo, que trabajaba en línea
directa con Alberto Kohan y Carlos Corach”, funcionarios del menemismo.
Tanto Piccone como Vitale aseguran
que nunca pudieron trabajar como conductores “no por decisión de la empresa”
Metropolitano, que se hizo cargo de la concesión, sino por “la oposición de la
misma comisión directiva de nuestro gremio”. Piccone se quedó en la calle a los
41 años: “El gerente de Recursos Humanos me dijo: ‘No me jodas, Piccone, yo no
puedo hacer nada”. Junto con él fueron dejados cesantes “todos los miembros de
conducción de La Fraternidad de nuestra seccional”.
En 1994, Juan Vitale intentó volver a
su puesto de trabajo y hasta consiguió una recomendación, de puño y letra, del
ex presidente Raúl Alfonsín. “Parecía que todo estaba bien encaminado y fui a
realizar los estudios preocupacionales; fui con dos chicos jóvenes que salieron
enseguida y se fueron. Yo me quedé esperando, hasta que uno de los médicos, que
me conocía, me dijo: ‘Se pudrió todo’.” Y le comentó que la conducción de L. F.
habría amenazado con un paro de 24 o 48 horas “si Vitale vuelve a trabajar en
la empresa”.
Consideraron que “la calidad de las
condiciones de trabajo y la formación de los conductores se ha ido relajando,
con los años, como consecuencia de las privatizaciones de los ’90, pero también
por el rumbo que ha tomado la conducción de La Fraternidad, que ayudó a que esas
privatizaciones pudieran concretarse. Tenemos muchos compañeros que hoy son
conductores en actividad y que piensan lo mismo que nosotros, pero no pueden
manifestarse públicamente porque pasarían a integrar las listas negras y
perderían su trabajo”.
Por estas razones, insisten, “estamos
manteniendo reuniones con el propósito de formar un grupo de trabajo, de
gestión, para ofrecernos a colaborar con las autoridades gubernamentales en
esta etapa de reconstrucción del ferrocarril, porque lo que se está haciendo es
muy parecido a lo que queríamos cuando empezamos la huelga de 45 días contra
las privatizaciones de Menem”.
Por Carlos Rodríguez
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